miércoles, 9 de abril de 2008

A mi maestra


Inspirado en mi maestra, Graciela Gómez.


Que difícil evocar en nuestro interior al niño que fuimos ayer.


Volver atrás de cuando era una niña tímida y callada. Esa niña que soñaba con saber qué le decía esa ronda de palabras que encontraba al abrir una revista cualquiera.


Esa niña que deseaba ser parte de aquellas aventuras de historias mudas, que le invitaban a jugar. Eran mudas porque yo no las sabía cómo hacerlas hablar.


Pero sí recuerdo perfectamente a aquella señorita que tomó mi mano y con una sonrisa a la sala por primera vez me invitó a pasar. Ella con tanta paciencia y dulzura, me enseñó la magia contenida en un libro, donde con el tiempo descubrí el poder que encierran las palabras.


Sí, recuerdo al profesor que con voz enérgica y mirada suave, en un paseo mostraba por sus niños constante preocupación.


Con dulce sonrisa evoco la figura menudita que me enseñó a dividir, a otra que me mostró las mil formas que tiene el mundo, en una clase de geometría.


Recuerdo a lo largo de mi vida de estudiante a aquellas señoritas que tenían almas sencillas como flores que se dejan mecer por la brisa impregnando en el espacio, el aroma del saber.


Recuerdo aquella profesora que interesaba mi alma con el sabor de una prometedora lectura, tan sólo con mencionar el título del libro.


Cómo no acordarse del profesor que un momento difícil se convirtió en amigo.


A los que ahora que soy madre, le abren a mis hijos, las puertas al mismo mágico mundo donde yo encontré amigos, alegrías, tristezas, historias, sueños y emociones.


No puedo dejar de dar en ustedes profesoras, las gracias a mi señorita de ayer, esa que el tiempo dejó atrás, pero que a través del tiempo llevo con tanto cariño en mi corazón. En ustedes quiero darles las gracias por enseñarme a leer y escribir, cumpliendo así mi sueño mejor.

Janny

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